lunes, 10 de febrero de 2014

El espíritu de rama: Karla- Gustavo Rázuri


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CAPÍTULO 6:  Karla

-          Elías… Despierta. – Una voz dulce le hablaba.

Elías recuperaba su conciencia de a poco e iba recordando lo que le había pasado. Al abrir los ojos vio a una mujer que lo estaba ayudando. Llevaba traje de doctora y a su alrededor había policías y otros. Se paró lo más rápido y con su única energía se fue a sentarse al sofá.

-          Un niño entró de curioso y te vio tirado. Su padre fue quien nos llamó. – Dijo la doctora.

Elías aún estaba confundido por aquel nombre.

-          Igor. – Susurró Elías.

La doctora se acercó a escucharlo.

-          ¿Qué dijo? – preguntó.

Elías regresó la mirada a la doctora.

-          No, nada. – Respondió asustado.

Un policía se acerca a Elías y lo interroga.

-          Señor, somos la policía de esta zona. Si fuera tan amable, denos sus datos. ¿Cuál es su nombre?

Elías no sabía que responder.

-          Mi nombre es Daniel Guillot. – Tartamudeó Elías.
-          ¿Edad? – volvió a interrogar el policía.
-          34. – dijo.
-          ¿De dónde es?
-          París.
-          ¿París? Algo lejos. Entonces ¿Es extranjero?
-          Oui (Sí) – respondió Elías.
-          ¿Por qué  vino a España?
-          Necesitaba un cambio de vida. Que mejor comprando esta casa. – respondió.

El policía miró a su alrededor.

-          Nadie ha querido comprar esta casa por el simple hecho que fue el inicio de una batalla. La familia que vivía aquí eran terrorista.

Elías comenzó a apretar sus manos.

-          Bueno, eso es lo que cuentan. Un niño de esta familia aún lo siguen buscando. Fue el único sobreviviente. Se llama Elías Ponce Vera.

La doctora se paró y detuvo las interrogantes del policía.

-          ¿Puede esperar? Lo más importante es su salud. Las preguntas se pueden hacer más tarde.

El policía guardó su lista.

-          Está bien. No se demore que aún tengo muchas preguntas que hacerle.

El policía se fue sospechando de la doctora.

-          ¿Por qué mentiste? – preguntó en voz baja.

Elías no entendía su pregunta.

-          ¿Mentir? – preguntó.

La doctora sacó de su bolsillo la billetera de Elías.

-          Su carnet dice que usted se llama Elías Ponce Vera, de 34 años. Usted es el niño que huyó hace tiempo. – Susurró la doctora.

Elías tomó su carnet.

-          Lea los demás carnet. – dijo Elías.

La doctora comenzó a sacar todo tipo de documentos. Identidad, tarjeta de créditos, pasaporte, etc. En todas decía “Daniel Guillot”.
Elías le entregó su carnet de nuevo.

-          Elías Ponce Vera Murió hace mucho tiempo. Ahora soy Daniel Guillot, nacido en la ciudad de París, Francia.

La doctora se para sorprendida y sin palabras que decir. Comienza a dar vueltas alrededor de la casa para entender lo que pasaba y vuelve a sentarse junto a Elías.

-          ¿Por qué has regresado? Es peligroso. – Se exaltó en voz baja. – Debes de escapar de aquí.
Elías la mira  a los ojos muy decidido de sus actos.
-          Estoy aquí para recuperar mi vida. Para limpiar mí nombre.

La doctora lo toma de su hombro.

-          Se ve que ya no te acuerdas de mí. – La doctora toda decepcionada y con una sonrisa pícara le dijo.

Elías confundido y sin saber que era lo que pasaba le preguntó.

-          ¿Cómo se llama doctora?

Toda sonriente respondió.

-          Me llamo Karla. ¿Te acuerdas de mí? – Sonrió. – Yo me juntaba con tu hermana esos días de vacaciones cuando mi padre tenía tiempo libre.
-          ¡KARLA! – gritó Elías.

Karla le tapó la boca para que no se emocionara mucho.

-          Elías – susurró Karla – Este no es un buen sitio para conversar. Hay muchos policías y te pueden descubrir tu identidad con tu huella digital.

Elías miró a su alrededor y prefirió callarse. En ese momento, el policía se vuelve a acercar.

-          Doctora, ¿Puedo continuar con las preguntas?
-          Adelante, puede proseguir. – Respondió Karla.

Se quedó helado porque no sabía qué clase de preguntas.

-          Antes, quiero hablar personalmente con usted señor policía. – Dijo Karla.

Karla lleva a un costado al policía para hablar sin que escuche Elías.

-          Sí es él. Su madre es Elías… - Susurró al policía. – Se creyó el cuento que me llamo Karla.

El policía sonrió y susurró en voz baja.

-          Muy bien hecho oficial. – El policía la felicitó. – Ahora debemos llevarlo ante los jueces. Después de muchos años de búsqueda, hemos hallado al último terrorista.

Mientras Elías observaba, una voz le dijo en su mente: “Ella no es Karla”. Comenzó a sospechar y preparó un plan que consistía en descubrir sus apellidos e inventarle.
Cuando terminaron de hablar, la doctora se acercó y el policía se fue a hacer otro servicio.

-          ¿Qué pasó? – Preguntó Elías. - ¿Ya no va a preguntar?

La doctora le sonrió y le explicó.

-          Le dije que tenías un golpe y que eso iba a alterar muchas de tus respuestas. – Le tomó la mano. – Te salvé de una.
-          Gracias. – Agradeció Elías mirándola a los ojos.

De repente Elías se emociona y comienza a hablar en son de broma.

-          Siempre me ha dado risa tu apellido Karla. – Elías no paraba de reírse.

La doctora comenzó a reírse sin razón.

-          Sí, siempre te burlabas y no sé por qué. – Dijo la doctora muy sonriente. - ¿Por qué lo hacías?

Elías ya estaba seguro que no era Karla porque él nunca se burlaba de su apellido. Fue suficiente prueba para estar seguro que estaba siendo engañado. Así que ideó un plan.

-          Karla. – Elías agitó sus piernas – Quiero ir al baño.
-          Me hubieras dicho desde el principio. Anda, te espero aquí. – Soltó a Elías.

Elías se fue al baño del primer piso y se encerró. No dejaba de caminar de un lado a otro para saber la manera de poder escapar de aquel lugar. Comenzó a recordar que su padre había diseñado la casa con habitaciones secretas.

-          Mi padre me dijo de pequeño que cada sitio de la casa tenía un lugar secreto, el baño también debe de tenerlo. – Susurró.
Comenzó a ver si había algún secreto, hasta que descubrió que el suelo de la bañera emitía un sonido extraño.
-          Este piso suena vacío. Mi papa dijo que nunca usáramos esta bañera. Ahora entiendo por qué.
Cuando sacó el piso de madera con aspecto a concreto, entró y volvió a taparlo. Todo era oscuro y no había nada con que alumbrar.
-          Parece un tobogán. – Dijo Elías.

Dio unos pasos adelante y se resbaló por el gran agujero. Iba a tal velocidad que no sabía a donde se dirigía. Cuando llegó a piso, se golpeó la cabeza y quedó inconsciente.
Pasaron media hora y comienzan a sospechar. Los policías fuerzan la puerta del baño y ven que Elías ya no estaba. Todos comenzaron a revisar por el perímetro del lugar.

-          Oficial. – Vino corriendo el policía que interrogó a Elías. – Elías escapó.

La oficial se levanta de golpe y entra al baño para verificar.

-          Eso es imposible. – Revisó la ventana alta del baño. – Debió fugarse por acá. Búsquenlo, no debe de estar muy lejos.
-          Entendido. – Se fue con el resto de policía para buscarlo.

La oficial se quedó sola en casa y cuando pisó la bañera se dio cuenta del sonido. Revisó y lo alzó.

-          Así que este es tu secreto Elías. Vamos a ver qué tan lejos puedes llegar.

Entró y no podía avanzar por el gran tobogán. Sacó su radio e hizo una orden.

-          Coronel, necesitaré unas sogas y equipo de escala. – ordenó por la radio.
-          Oficial Mercedes, tendrá que esperar. La patrulla anda a una hora de su ubicación.
-          No se preocupe, yo espero. – Apagó la radio.

Elías aún estaba inconsciente y sin saber que la oficial Mercedes sabía su secreto.

-          Este es el túnel que tanto buscábamos. El tesoro de su padre. – Susurró la oficial Mercedes.



"Relatos del Monseñor" 



©
1ª Edición: Editada y corregida.
Autor: Gustavo Ballena Rázuri, Lambayeque, Perú.
Todos los derechos reservados, prohibida su distribución no autorizada.
Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito al autor.







































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