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CAPÍTULO 1: Elías
Los años que han pasado nunca se había visto una luna tan brillante como hoy. ¿Porqué hablar de la luna mientras que Elías decide regresar a su viejo hogar? Cuando él tenía 13 años era una persona llena de esperanza y con muchos dones. Como todo joven se iba a jugar su partido de fútbol, cazar animales como lagartijas y jugar a las carreras. Un día me contaron que “sonreír es bueno” y que nadie tiene derecho a arrebatárselo.
Era un 4 de julio que Elías
perdió su sonrisa. Se preguntarán porque les comento lo anterior. Elías, con
unos 2 días para cumplir 14, perdió su sonrisa.
Tenía una hermana y sus padres.
Esta familia vivía en un hogar pobre pero de un corazón fuerte. Faltaba horas
para que oscureciera e irse a su casa, pero Elías se quedó un par de horas con
su hermana echados en el pasto del vecino. Era la única casa que tenía
vegetación porque las demás no contaban con los recursos y experiencia
necesaria para cultivar. Su hermana era una joven de 17 años que le gustaba
enseñar a Elías el “sentido de la vida”. Sus ojos y su cabello eran de color
café. Ambos eran blancos y eran muy sonrientes. A pesar de su pobreza siempre
andaban con ropa limpia y de buen vestir. Su hermana Victoria señaló el cielo
estrellado y le susurró a Elías.
-
Hermano ¿Sabes que te voy a regalar? – Señaló la
estrella.
Elías intentaba buscar aquella
estrella que señalaba pero nunca supo cual era.
-
¿Una estrella? – Sonrió fijamente a Victoria.
-
Si. – Afirmó.
Elías se sentó en el pasto y la
miró.
-
¿Y cómo piensas bajarla de ahí? – Insistía
Elías.
- Ya la bajé. – Hizo un puño con la mano que
señalaba – Acá está guardada para el día de tu cumpleaños.
Elías todo emocionado intentaba
abrir la mano de Victoria.
- No insistas Elías porque no te la daré hasta el
día de tu cumpleaños. – Se sentó en el pasto junto con Elías.
-
Está bien, esperaré 2 días más. – Gritó al cielo
ilusionadamente.
Victoria se paró y se fue
caminando para su casa.
- Vamos Elías ya es tarde. Además la cena ha de
estar servida.
Elías se volvió a echar en el
pasto y se quedó mirando el cielo.
-
Dentro de unos minutos voy, quiero recordar las
estrellas antes que me des la mía.
Victoria se reía silenciosamente
por su gran entusiasmo por las estrellas. Intentaba asimilar si al tenerla en
sus manos iban a brillar así como en el cielo.
-
Está bien hermano, pero no olvides…
-
Siempre sonreír. – Terminó la oración de
Victoria. – Ya me lo sé desde pequeño.
Victoria se acercó a Elías y
sacudió su cabello.
-
Y es por eso que te hago acordar siempre
hermano. No demores.
Victoria entró a su hogar
mientras que Elías tenía un millón de ideas de cómo sería su estrella, aquella
encerrada en el puño de su hermana. Anhelaba ese gran día para poder tenerla por
primera en sus manos y enseñarles a sus amigos que tenía una
del cielo. A unos minutos Elías se percató que alguien salía de la casa vecina
y se paró rápidamente.
-
Mocoso sal de mi pasto. Esto no es un parque. –
Gruñó un viejo amargado.
Elías se dirigió a su
casa mientras miraba al viejo amargado.
-
Lo siento señor amarguras. – Soltó una
carcajada.
El viejo con su poca fuerza
intentaba llegar hacia Elías.
-
¿Qué has dicho pequeño demonio? ¡Fuera de mi
jardín diablillo! – Alzaba su bastón con su poca fuerza.
Elías corrió hacia su casa y
tocó la puerta insistentemente.
-
Hermana ábreme que se acerca don amarguras. –
gritó Elías.
-
Pequeño mocoso ya te alcanzo. – gritó el viejo.
-
Ya verá que no. – le hizo muecas.
Victoria logra abrir la puerta a tiempo para que Elías pasara corriendo. Su hermana se queda en la
puerta a hablar con Don amarguras.
-
¿Qué pasa Sr. Franklin? – se paró frente a él.
-
Ese pequeño demonio no deja de estar en mi
pasto. Ya le he dicho a ti y a tu hermano que no es un parque para que estén
echados. – gritaba sin parar y sin agitarse.
-
Es solo un niño Sr. Franklin, discúlpelo pero
debe entender que acá no hay sitios donde los jóvenes pueda respirar aire con
vegetaciones.
Cansado de gritar, tomo aire el
pobre anciano y se calmó.
-
Que no vuelva a suceder esto.
-
No se preocupe, no sucederá de nuevo. – Acompañó
al señor Franklin a su hogar.
Cuando Victoria dejó al Sr.
Franklin fue inmediatamente a hablar con Elías. Él estaba en su cuarto donde
tenía pegados un montón de figuritas de sus juegos favoritos y una gran canasta
de pelotas. Tenía un estante lleno de libros de ficción. Su cuarto era pequeño pero
lo suficiente para vivir cómodamente. Al entrar Victoria, encontró a Elías
leyendo. Se acercó silenciosamente y lo asustó.
-
¿Qué lees hermanito? – Le susurró.
Elías dio un brinco y
volteó.
-
Me asustaste hermana. – se rió. – Solo leo unas
de las historias que me gustan.
-
¿Y de que trata esa? – Tomó el libro.
- De un niño que se aventura en un pantano para
rescatar a su pueblo y así ser felices. – Sonrió entusiasmadamente.
-
¿Ya no eres algo grande para leer estas
historias? – Preguntó.
-
¿Y tú no eres algo grande para estar echada con
un niño como yo en un pasto? – la miró fijamente.
Victoria sonrió y lo abrazó.
-
Lo hago por ti hermano. Bueno sigue leyendo tus
cuentos, debo ayudar a mama a lavar los platos.
-
Vale.
Victoria estaba cerrando la puerta de su cuarto hasta que se acordó que Elías no había cenado.
-
Verdad, aún no cenas. Baja para que comas y
luego continúas leyendo.
Elías cerró su libro y acompañó a
su hermana.
-
Vamos que me muero de hambre.
Mientras bajaban Elías y
Victoria, su padre aún seguía encerrado en su cuarto más de una semana. Elías
miró en el suelo que había la misma bandeja de comida de hace 3 días. Elías se
detuvo y entró caudalosamente al cuarto de su padre. En su cuarto se percibía
mucha tristeza y rencor. Miró que en todas las paredes había colgado muchos
mapas que marcaban ubicaciones y toda la mesa estaba lleno de planos con muchas
velas. Vio a su padre que estaba todo sucio, con un traje azul que llevaba
puesto muchos días. Elías fue hacia su padre y lo abrazó a pesar de su mal
olor. El padre vio a Elías, lo alzó y lo sentó encima de la mesa.
-
¿Qué haces papá? – preguntó insistentemente. -
¿Porqué tienes muchos mapas colgados? ¿Y la cama?
-
Estoy que trazo estrategias para nuestros amigos
hijo. – Comenzó a rayar planos.
Elías vio que la mesa tenía
muchas fichas que marcaban la ubicación de un sitio.
-
Estos mapas me dicen la ubicación exacta de
animalitos para cazar. – señaló el padre.
-
¿Animalitos? – Dudó Elías.
- Si. Parece que los animalitos quieren invadir
estas tierras y ya no vamos a poder vivir tranquilamente. Este es un plan para
cazarlo para que podamos vivir tranquilos hijo. – señaló muchas fichas.
El niño emocionado por tantas
historias y cuentos quiso ayudar.
-
Déjame ayudar papá, sería mi primera aventura.
El padre sorprendido le dio un
consejo.
-
Hijo – Lo miró fijamente a los ojos – Solo
acuérdate que cuando estés es tu misión que te voy a dar harás lo siguiente.
-
¿Qué cosa padre? – se paró de la mesa.
-
Comerás… Te lavarás… y dormirás. Eso harás por 3
días. Esa es tu misión cuando yo la ordene.
-
¿Y cuando comenzaré con mi misión? – Susurró Elías para que no escuchara nadie.
El padre se asomó a la ventana de
la habitación, miró y regreso hacia su hijo.
-
¿Ves la luna? – señaló el padre.
-
Si la veo. – afirmó Elías.
-
Cuando no puedas ver la luna desde la ventana de
tu cuarto estando echado vendrás a verme.
-
Vale. – Hizo posición de “firmes” como en el
ejército.
El padre sonriente le acaricia su
cabello.
-
Anda cena hijo, luego hablaremos. – le abrió la
puerta.
Elías fue corriendo muy
entusiasmado al comedor y con la idea de tener su primera misión como un
aventurero de sus cuentos que solía leer. Cuando llegó al comedor, se sentó
rápidamente en la silla y destapó el plato que permitía mantenerlo caliente y
cuidarlas de moscas y otros bichos. Mientras comía, veía a su mama y a Victoria
lavando los platos.
La madre de Elías era una mujer
de apariencia delicada y de buen aspecto. Emitía una amabilidad y generosidad a
todos sus vecinos. Tenía los mismos rasgos que victoria, pero su pelo era más
corto y ondulado. Su nombre era tan dulce como su voz. Luz era su nombre de
aquella madre que cuidaba a sus dos hijos de una manera especial. Era una
familia muy unida hasta que sucedió lo que sus padres temían que llegara.
Cuando terminó de comer, se
paró inmediatamente a la cocina para lavar sus platos y cubiertos. Mientras
lavaba veía que su hermana y su madre estaban acomodando los víveres en la
refrigeradora y en los reposteros. Cuando terminó de lavar sus platos, lo
colocó encima de otros platos lavados y les dio el beso de las buenas noches a
su madre y a su hermana.
-
¡Espera! – Exclamó Luz con delicadeza.
Elías se detuvo a la primera
grada y se regresó a la cocina.
-
Hijo, te olvidaste de algo. – Sonrió Luz como
suele hacerlo todas las noches.
Elías se va directamente hacia
ella y la abraza fuertemente. Su hijo le susurra a su oído y le dice, “eres la
mejor mama que he podido tener”. La madre contenta y mirándole a los ojos le
responde.
-
Y tú eres mi hijo más valiente que pueda
existir. Nunca dejes de sonreír. Te quiero hijo. Ve a dormir. – Soltó a Elías
para que fuera a su dormitorio.
-
Lo haré luego madre. Terminaré de leer mi
historias y me echo. – afirmó una promesa con su mano.
-
Vale hijo, pero no te quedes hasta muy tarde. –
Samaqueó su cabello.
Elías todo despeinado y alegre se
fue corriendo a su habitación para terminar de leer sus historias y comenzar la
misión que su padre le había dado. Elías se echó en su cama junto con sus obras
para ver el momento exacto que la luna desapareciera. Tantos minutos de espera
se quedó dormido junto con su libro.
En un par de horas, siendo casi
media noche, entra Luz y su esposo a la habitación de Elías. Lo ven dormido con
una sonrisa. La madre derrama lágrimas en el rostro de Elías y el padre solo la
abrazaba.
-
Ya todo pasará. Solo tenemos que proteger a
nuestros hijos. – dijo el padre.
-
Lo sé. Espero que Elías siga sonriendo después
de todo. – afirmó la madre.
-
Verás que sí. Nuestros hijos son valientes y
todo se podrá. – dio seguridad a Luz.
Luz y su esposo se retiraron de
la habitación apagando la luz que había dejado encendida. A veces
pensamos que una sonrisa basta, pero ¿Qué hay de la sonrisa del alma? Elías era
aún muy joven para ser fuerte. Su mundo iba a caer y no iba a superar, al menos
que cuente con su hermana Victoria en todo momento. Solo estoy a un par de
horas más para que Elías se vuelva aquel viejo amargado e infeliz que es ahora.
"Relatos del Monseñor"
(cada domingo)
©
1ª Edición: Editada y corregida.
Autor: Gustavo Ballena Rázuri, Lambayeque, Perú.
Todos los derechos reservados, prohibida
su distribución no autorizada.
Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito al autor.
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