jueves, 5 de diciembre de 2013

El Acto de Bailar



En las oscuras calles de París, se cuenta de un hombre, aquel que decidió amar pero nunca fue correspondido. Siempre iba con el rostro tapado y con una rosa entre sus manos apoyada en su pecho. Caminaba lentamente como un mendigo en busca de un amor correspondido. Todos  los habitantes lo veían y les causaba terror. Se dice que se pintaba la cara como un mimo y los labios los tenía de color morado. Siempre andaba de negro y usaba zapatos muy elegantes. Nunca dejaba que miraran su rostro. Andaba con un sombrero de copa. Se decía que era un mago, más nunca lo conocieron.
Siempre se dirigía a la misma pileta y arrojaba su flor entre las aguas turbias. Se apoyaba con mucha delicadeza para ver como la rosa era maltratada por las aguas.
Un día común, no botó la rosa. Comenzó a caminar en círculos alrededor de la pileta. Cada vez lo hacía mas rápido y siempre con la cabeza agachada. Comenzó a reírse como si no hubiera un después. La rosa no la soltaba por ningún motivo. Comenzó a hacer pasos extraños como si estuviera haciendo un rito a la pileta. Alzó la mirada y se pudo apreciar la cara del mimo. Al parecer tenía una gran sonrisa de tristeza. No evitó mas y paró unos segundos mirando al cielo. Todas las personas se asombraron que comenzaron a quedarse alrededor de él.
Bajó la mirada lentamente y giraba en torno a él para ver quienes se quedaron para observarlo. Volvió a sonreír fingidamente. Comenzó a actuar como un mimo y sin parar la gente le aplaudía por su buen arte, más nunca soltó la rosa.
Se sentó en el suelo y la gente aún estaba observándolo. Dejó la rosa en el suelo y la plantó entre las rocas. Sacó un poco de pintura negra de su traje y con sus dedos partió su rostro como ying y yang. Las personas comenzaban a temer de su actuación. Veían dos caras, una alegre y una triste. No sabía cómo podía partir su sonrisa para ambos lados y expresar ambos sentimientos.
Se paró y comenzó a bailar alrededor de la rosa como si fuera su última pieza del baile. Todos dejaron de sentir miedo.
Se acercó a una persona y la jaló de la mano para bailar alrededor de ella. Así fue pegando el ritmo y todos comenzaron a jalarse la mano creando una gran cadena. La rosa estaba siendo halagada con aquellos bailes.
Comenzó a llover y la pintura del rostro se le caía al hombre. A causa de esto, perdió la sincronización en su baile. Soltó a la persona el cual sostenía. La cadena se rompió.
Todas las personas se detuvieron y de nuevo se situaron alrededor de él. El hombre volvió a sentarse al frente de la rosa y se quitó su sombrero. La lluvia hacía que se derrame su pintura el cual caía encima de la rosa. Comenzó a soltar una risa muy friolenta y las personas que estaban alrededor se comenzaron a asustar.
Puso su sombrero encima de la rosa y la dejó tapada. Se paró, juntó sus manos como si llevara la rosa y apoyada en su pecho. Agachó la cabeza y se fue retirando del sitio lentamente.
Todas las personas se quedaron sorprendidas. Los espectadores se acercaron al sombrero y lo alzaron para ver la flor. Extrañamente, no estaba.
Entre los vientos y la lluvia escucharon la risa friolenta del hombre. Todos quedaron asustados de aquel acontecimiento. Desde aquel momento el sombrero no ha sido quitado de su sitio con la esperanza que el hombre extraño venga a alzarlo y vuelva a sacar su flor. Toda persona que vio aquel acto no recuerda como un gran talentoso, pero había algo en él que no quería que nadie supiera, había muchos secretos. Al parecer, un niño que estaba en presencia del baile, vio su rostro. Recuerda que tenía muchas cicatrices como quemaduras.
Solo se dice que aquel hombre regresa para ver su flor. Cada vez que la levanta aparece la flor y cada día más marchita, pero si la levanta otra persona, no encuentra nada.

Hasta ahora siguen esperando su regreso de aquel extraño, que tan solo, les enseñó a bailar. 

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1ª Edición: Editada y corregida.
Autor: Gustavo Ballena Rázuri, Lambayeque, Perú.

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