Elías abrió sus ojos y fue a
brazos de su hermana.
-
¿Dónde está mamá? – preguntó Elías.
Victoria no dejaba que Elías
viera su rostro lleno de lágrimas.
-
¿No recuerdas? – preguntó.
Elías confundido de todo se para
y mira a su alrededor.
-
¿Dónde estamos Victoria? – Preguntó asustado. -
¿Dónde está papá y mamá?
Victoria se quedó asombrada de
las preguntas de su hermano. Estaba comenzando a creer que Elías oprimía sus
recuerdos.
-
Ya no importa Elías. Sigue descansado, luego
vengo a por ti. – Victoria se paró.
-
¿A dónde vas hermana? – Preguntó sin soltar a su
hermana.
Victoria no sabía que decirle. No
podía decirle que arriba estaban los cadáveres de sus padres.
-
Eh… voy a traer tu estrella Elías! – Dijo
Exaltada.
-
¡Mi Estrella! – Saltó de emoción – Pero aún no
es mi cumpleaños.
- Lo sé hermano, pero no esperaré más. – Victoria se
paró. – No salgas de este cuarto por ningún motivo. Si tienes hambre allí hay
comida. Vuelvo enseguida. Júrame que no abrirás la puerta por ningún motivo.
Elías estaba confundido pero
terminó aceptando las condiciones de su hermana.
-
Está bien, pero no demores. – Dijo Elías.
-
No te preocupes hermano, no demoraré.
Victoria abrió la puerta secreta
y ella quedó asombrada. Cerró la puerta dándole un beso al aire a su hermano.
Elías fue a buscar en el almacén algo de
comida. Encontró muchos sobres de sopas. Escogió uno y se lo preparó. Se sentó
en el suelo y comenzó a tomar su sopa. Mientras comía escucho una voz de mujer.
-
Te amo. – Susurró en la oreja de Elías.
-
¿Mamá? – Volteó a ver.
No había nadie pero sintió que
era su madre.
Al terminar su sopa, lavó lo que
había ensuciado. Mientras lavaba comenzó escuchó una voz de un hombre.
-
Te amo. – Susurró en la oreja de Elías.
-
¿Papá? – Volteó a ver.
Al apreciar que no había nadie en
la habitación comenzó a llorar. Se sentía solo y agotado. Comenzaba a pensar
sobre un sonido muy estruendoso que había escuchado.
-
Me parece conocido ese sonido. Es como de una
pistola pero no recuerdo donde lo he escuchado.
– Se dijo en su mente.
Elías cansado de esperar a su
hermana y de llorar se echó en su cama.
Así pasaron los días. Se levantaba,
comía, escuchaba, lavaba y se dormía hasta que llegó su cumpleaños y su hermana
no venía con la estrella.
Agarró un queque que había en un
envase, le puso un fósforo para simular una vela. Cerró los ojos sollozos.
-
Cumpleaños Feliz… Te lo deseamos a ti. – Comenzó
a imaginar su familia. – Cumpleaños Felices te lo deseamos a ti.
Elías recordó el sonido de la
pistola y gritó.
-
¡MAMA!
Abrió los ojos y no había nadie. Todo
lo que había imaginado se esfumó a una habitación desolada. Elías no dejaba de
llorar. Sus propias lágrimas hicieron apagar el fósforo que había colocado.
-
Deseo… deseo a… mi familia. – Tartamudeó.
Arrojó el queque y se fue directo
a su cama. Cerró los ojos para evitar llorar pero era imposible. Se sentía
vació, sin calor familiar. De tanto llorar se quedó dormido.
Al levantarse, agarró un reloj y
se dio cuenta que ya era un nuevo día. Eran las 8 de la mañana y su cumpleaños
ya había pasado. No pudo mas con el ambiente que decidió abrir la puerta pero
había un obstáculo que no permitía abrir la puerta. Elías no tenía la fuera
necesaria para abrirlo.
-
¡VICTORIA ABREME PORFAVOR! - Gritó Elías.
De tanto chocar con la puerta,
logró abrirlo. Cuando salió de la habitación, se dio cuenta que había sangre en
el piso y comienza a recordar que acá fue la última vez que vio a sus padres.
Recordó que aquí su padre tenía
un plan para atrapas a los animalitos. Recordó que tenía una misión. Intentó no
llorar pero los sentimientos le ganaron. Caminó lentamente por la habitación
hasta llegar a la puerta y lograr salir. Secó sus lágrimas y vio que la casa
estaba tranquila.
-
¿Papá? – tartamudeó.
Bajó las escaleras para ir a la
cocina.
Mientras bajaba se dio cuenta que
sus ventanas estaban rotas como si alguien hubiera entrado.
-
¿Mamá? – Dijo estando en la cocina.
Vio que había platos sucios así
que decidió lavar. Eso logró calmar el llanto de Elías.
Cuando alzó un plato, encima
había una bala. Elías tenía el desconocimiento de aquel objeto. Lo agarró y lo
guardo en su bolsillo. Elías continuó lavando.
Al terminar de lavar, escuchó un
ruido que provenía del cuarto de Victoria.
-
¿Hermana? – Dijo Elías. - ¿Eres tú?
Entusiasmado, corrió a la
habitación de su hermana. Al estar en su puerta, encontró sangre saliendo de la
habitación.
Elías abrió la puerta muy tímido.
Encontró a su hermana, tirada en el piso, con una perforación en el corazón y
abrazando un cofre.
Corrió a ella.
-
¡HERMANA! – Lloró.
La samaqueaba pero no reaccionaba.
Llevaba días muerta.
-
No me dejes por favor, no sé qué haría sin ti. –
Gritó.
Elías abrazó a su hermana y lloró
hasta quedarse dormido con el cuerpo.
A unas horas se levanta pensando
que había sido una pesadilla, pero la realidad lo atormentaba. Comenzó a llorar
en silencio.
-
Dijiste que no me dejarías – susurró Elías.
Elías agarró el cofre que tenía
abrazando su hermana.
Vio una nota que decía “Feliz
Cumpleaños Elías”.
Elías abrió el cofre y encontró otra
nota. Abrió la nota que decía:
“Tú eres mi estrella. Guiaré tu camino para que vuelvas al cielo. Quizás
digas que la atrapé con la mano, pero no te diste cuenta que con la otra te
sostenía a ti. Nunca te soltaré hermano, siempre estaré para ti. Te amaré hasta
mi muerte. Victoria, tu hermana”
Elías no dejaba de llorar. Miró
por última vez a su hermana y salió corriendo. Bajó rápido de las escaleras y
abrió la puerta para salir de su casa. Cuando lo abrió un sol radiante nubló la
visión de Elías.
Al ver, ser dio cuenta que las
calles estaban desoladas. Caminó sin rumbo, sin razón de existir. Solo.
El vecino lo vio y lo llamó pero
no hizo caso. Siguió caminando hasta ya no poder.
Aún de muy pequeños somos muy
frágiles para comprendes muchas realidades que se presenta en la vida. Aún no
sabemos diferenciar entre la muerte y la vida. Elías vio la vida y la muerte.
Se dio cuenta que ahora estaba solo. Sin padre, ni madre, ni hermana… solo él.
Ahora su camino se tornará en las calles donde agonías esperan. Aún para Elías
ese recuerdo es fuerte porque cuando regresó a casa recordó los sucesos.
Recordó quien era.
UN NIÑO
"Relatos Del Monseñor"
©
1ª Edición: Editada y corregida.
Autor: Gustavo Ballena Rázuri, Lambayeque, Perú.
Todos los derechos reservados, prohibida su distribución no autorizada.
Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito al autor.
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