lunes, 6 de enero de 2014

¡Qué se yo!



Luego separarte un día de ellos, salir por la puerta y pensar que todo estará bien y mañana los volverás a ver, pero qué pasará cuando mañana uno no regrese; tenían razón, mis amigos, en eso de que yo sin ellos no era nadie, era tan obvio ser la nada entre los nadies, ser el blanco de algún malandrín que te tenía los peores castigos para enriquecer su vanidad u hombría ¡Qué se yo!; los sucesos que recorren a la deriva de esta carrera a la que llamamos vida eran tan peligrosas, causaban el miedo de hasta el más fuerte de las bestias asesinas de la lista que encabeza el mismo hombre; esos nervios que te avisan a fuego lento con el sudor que sientes atravesando la carne hasta los huesos recorriendo toda tu espina dorsal, ¿Quién osó a traernos al mundo sin siquiera nuestro consentimiento?, si somos la obra de la felicidad por qué están infelices mis hermanos, por qué no se están amando como ese amor que alguna vez un Carpintero enseñó, sí ése el buena gente al que todos aclamaban porque Él sabía amar y sabía como hacerse amar, de ése, del que valió la pena escribir.

Mis amigos decían que estábamos rodeados de demonios, de miles de demonios, pero que teníamos un ángel guardián, ése el que nos enseñaron de pequeños, que nos cuidaba, no de los problemas cotidianos con la vida, sino de las fuerzas malvadas del maldito ángel caído que Dios desterró del Edén, tal y como dicen los libros de las religiones. Pero yo sabía que tal vez un ángel guardián no era suficiente para estar a salvo, a ellos también los necesitaba para mantenerme cuerdo cuando la locura desafiaba mi estupidez e inteligencia del momento.

Salir por la puerta y pensar que todo estará bien y mañana los volverás a ver, salir por la puerta y algún bastardo te verá la cara y entonces se te aprovechará y entonces tú inmaduro niño llorarás y refunfuñarás que en dónde estuvieron tus amigos cuando los necesitaste, dónde estuvo tu ángel si ya lo tenías olvidado cuando empezaste a crecer y creer que lo de niños ya es inmaduro; el hombre atacándose entre su misma especie, el hombre es la única especie que causa su propia extinción, el hombre que es nada sin sus amigos, el hombre que perdió hace mucho la luz, el hombre que se olvidó de Jesús.

Mis amigos tenían razón, yo sin ellos no era nadie, ellos sin mí eran nada, nos complementábamos naturalmente tal vez ellos eran mis ángeles ¡Qué se yo!.


Mr. Dopp

No hay comentarios.:

Publicar un comentario