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CAPÍTULO 4: Recuerdos
Ya han pasado 20 años desde que
Elías se marchó de su hogar y ahora está volviendo. Un hombre de oficio, con un
buen sueldo, pero sin un hogar y familia. No tiene hijos y vive en una casa
donde su compañía es un perro.
He aquí el mismo joven de 14
años, que partió de su casa por una realidad y que ahora vuelve a su hogar.
Era de noche y la luna nunca había brillado tanto en este
barrio. Las calles tenían asfalto. Las casas tenían vida por la presencia de
niños y de mucha vegetación. Habías postes y un gran parque donde la mayoría de
jóvenes iban en pareja a pasear, pero en toda esa recta, había una casa
antigua, abandonada y a la venta.
Elías estaba en un taxi y se
sorprendió que esa casa antigua fuera su humilde hogar. Está con los mismos
daños de hace 20 años.
- Me deja en esta casa. – dijo Elías con una voz
muy gruesa y apagada.
-
¿En esta casa? – Preguntó el taxista.
-
Si, por favor. – respondió.
El taxi paró al frente de su
hogar y le habló.
-
¿Piensa comprarla? – Preguntó el taxista.
-
Sí. – Afirmó Elías.
-
Muchos han querido comprarlas pero nunca
encontraron los papeles legales. Además dicen que esta casa es un recuerdo por
la tragedia de esta urbanización hace 20 años. – Dijo.
-
Lo sé. – Salía del taxi.
-
¿Usted ha vivido por acá? – preguntó el taxista.
Elías le da las monedas y lo mira
fijamente.
-
Si. Yo he vivido en esa casa hace 20 años. –
Respondió Elías.
-
¿Tú eres aquel niño que todos buscaban? –
preguntó.
Quedó asombrado por la pregunta
del taxista. No tenía ni idea que él estaba siendo buscado.
-
¿Me imagino que estaba siendo buscado por los
militares verdad? – preguntó.
-
Si. No me contaron la historia, pero te
recomiendo que cambies tu nombre. Yo no diré nada por mi parte. Espero que
encuentre todo lo que quiere. – Prendió el motor de su carro.
-
No se preocupe. He venido a recobrar lo que es
mío.
El taxista se fue despidiéndose
alzando su brazo por la ventana.
Elías se paró y los recuerdos
regresaban a su mente. Recordó los sonidos de las balas. El grito de sus padres,
la carta de su hermana. Cayó al suelo de rodillas y no sabía si permanecer con
la mirada fría o quebrarse totalmente.
Recuerda los momentos que tuvo
que pasar después que se fue. Las historias que tenía que contar para lograr lo
que es ahora.
Se paró con una mirada fría y
dura, pero muy quebrada por dentro.
Caminó lentamente hasta su hogar.
Se asomó por la ventana que daba a la cocina y recordó cuando se puso a lavar
sus platos de comida. Cuando era correteado por su madre alrededor de toda la
mesa. Cuando preparaban la comida junto a su hermana y siempre terminaban
ensuciándose.
Se dirigió a la puerta y la
forjó. Al entrar, recordó cuando su padre lo llevaba como un cohete por todas
las escaleras. Cuando se escondía de su hermana al jugar. Cuando entraba
corriendo porque era perseguido por Don amarguras.
Elías se dirigió a su sala y se
echó. Se sorprendió por la cantidad de polvo que salía. Miró fijamente a luna
que se podía apreciar desde la ventana.
Elías se estaba quedando dormido
y con una lágrima por caer.
-
Elías. – Escuchó la voz de un niño.
Se levantó temeroso y comenzó a
mirar a su alrededor, pero se dio con la sorpresa que no había nadie.
Volvió a echarse y cerró los
ojos.
-
¿Me recuerdas? – Susurró cerca de él la misma
voz.
Se paró de golpe y comenzó a
sentirse mareado. Intentó ir a la cocina pero un sonido agudo hacía que
perdiera muchos de sus sentidos.
Caminaba de un lado para otro y
sin saber a dónde dirigirse. Al no poder más, se apoya en una pared y cae de
rodillas al no soportar el sonido agudo que estaba penetrando su mente.
-
¿Me recuerdas? – Escuchó de nuevo la voz con una
risa infantil.
-
¡SAL DE MI MENTE! – Gritó Elías.
La risa infantil comenzó a
penetrarse en su mente y no podía controlarse. Comenzó a arrastrarse por el
suelo. Alzó la mirada y vio una sombre. En el segundo piso que se dirigía al
cuarto de su hermana.
Todo mareado se levantó e hizo el
intento de caminar hasta el segundo piso.
Mientras subía escuchaba risa de
niños que jugaban y eso lo asustaba porque lo sentía tan cerca de él.
Cuando llegó a la habitación no
encontró nada. Estaba todo empolvado y aún estaban las manchas de sangre de su
hermana.
-
¿Dios, qué me está pasando? – se preguntó así
mismo.
-
Lo mismo le pregunté. – susurró esa voz en su
oído.
Volteó todo pálido y al no ver
nada le entró mucho pánico. Retrocedía lentamente adentrándose cada vez a la
habitación hasta que sintió apoyarse en el cuerpo de alguien.
Bajó la mirada y vio una sombra
que estaba atrás de él.
-
Tu alma es mía Elías. – Una voz gruesa susurró.
Sin voltear, Elías intentó correr
para salir de la habitación. Las risas de los niños se hacían más profunda en
su mente.
Cuando llegó a las escaleras
escuchó un grito de un niño como si estuviera siendo abusado. Ya estaba muy
mareado. Pisó mal, se resbaló por las escaleras y quedó inconsciente en el
primer piso.
"Relatos del Monseñor"
©
1ª Edición: Editada y corregida.
Autor: Gustavo Ballena Rázuri, Lambayeque, Perú.
Todos los derechos reservados, prohibida su distribución no autorizada.
Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito al autor.
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