lunes, 30 de diciembre de 2013

El espíritu de rama: Recuerdos - Gustavo Rázuri


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CAPÍTULO 4: Recuerdos

Ya han pasado 20 años desde que Elías se marchó de su hogar y ahora está volviendo. Un hombre de oficio, con un buen sueldo, pero sin un hogar y familia. No tiene hijos y vive en una casa donde su compañía es un perro.
He aquí el mismo joven de 14 años, que partió de su casa por una realidad y que ahora vuelve a su hogar.
Era de noche  y la luna nunca había brillado tanto en este barrio. Las calles tenían asfalto. Las casas tenían vida por la presencia de niños y de mucha vegetación. Habías postes y un gran parque donde la mayoría de jóvenes iban en pareja a pasear, pero en toda esa recta, había una casa antigua, abandonada y a la venta.
Elías estaba en un taxi y se sorprendió que esa casa antigua fuera su humilde hogar. Está con los mismos daños de hace 20 años.


-         Me deja en esta casa. – dijo Elías con una voz muy gruesa y apagada.
-          ¿En esta casa? – Preguntó el taxista.
-          Si, por favor. – respondió.


El taxi paró al frente de su hogar y le habló.

-          ¿Piensa comprarla? – Preguntó el taxista.
-          Sí. – Afirmó Elías.
-          Muchos han querido comprarlas pero nunca encontraron los papeles legales. Además dicen que esta casa es un recuerdo por la tragedia de esta urbanización hace 20 años. – Dijo.
-          Lo sé. – Salía del taxi.
-          ¿Usted ha vivido por acá? – preguntó el taxista.


Elías le da las monedas y lo mira fijamente.

-          Si. Yo he vivido en esa casa hace 20 años. – Respondió Elías.
-          ¿Tú eres aquel niño que todos buscaban? – preguntó.


Quedó asombrado por la pregunta del taxista. No tenía ni idea que él estaba siendo buscado.

-          ¿Me imagino que estaba siendo buscado por los militares verdad? – preguntó.
-          Si. No me contaron la historia, pero te recomiendo que cambies tu nombre. Yo no diré nada por mi parte. Espero que encuentre todo lo que quiere. – Prendió el motor de su carro.
-          No se preocupe. He venido a recobrar lo que es mío.


El taxista se fue despidiéndose alzando su brazo por la ventana.

Elías se paró y los recuerdos regresaban a su mente. Recordó los sonidos de las balas. El grito de sus padres, la carta de su hermana. Cayó al suelo de rodillas y no sabía si permanecer con la mirada fría o quebrarse totalmente.
Recuerda los momentos que tuvo que pasar después que se fue. Las historias que tenía que contar para lograr lo que es ahora.

Se paró con una mirada fría y dura, pero muy quebrada por dentro.
Caminó lentamente hasta su hogar. Se asomó por la ventana que daba a la cocina y recordó cuando se puso a lavar sus platos de comida. Cuando era correteado por su madre alrededor de toda la mesa. Cuando preparaban la comida junto a su hermana y siempre terminaban ensuciándose.
Se dirigió a la puerta y la forjó. Al entrar, recordó cuando su padre lo llevaba como un cohete por todas las escaleras. Cuando se escondía de su hermana al jugar. Cuando entraba corriendo porque era perseguido por Don amarguras.

Elías se dirigió a su sala y se echó. Se sorprendió por la cantidad de polvo que salía. Miró fijamente a luna que se podía apreciar desde la ventana.

Elías se estaba quedando dormido y con una lágrima por caer.

-          Elías. – Escuchó la voz de un niño.


Se levantó temeroso y comenzó a mirar a su alrededor, pero se dio con la sorpresa que no había nadie.
Volvió a echarse y cerró los ojos.

-          ¿Me recuerdas? – Susurró cerca de él la misma voz.


Se paró de golpe y comenzó a sentirse mareado. Intentó ir a la cocina pero un sonido agudo hacía que perdiera muchos de sus sentidos.
Caminaba de un lado para otro y sin saber a dónde dirigirse. Al no poder más, se apoya en una pared y cae de rodillas al no soportar el sonido agudo que estaba penetrando su mente.

-          ¿Me recuerdas? – Escuchó de nuevo la voz con una risa infantil.
-          ¡SAL DE MI MENTE! – Gritó Elías.


La risa infantil comenzó a penetrarse en su mente y no podía controlarse. Comenzó a arrastrarse por el suelo. Alzó la mirada y vio una sombre. En el segundo piso que se dirigía al cuarto de su hermana.
Todo mareado se levantó e hizo el intento de caminar hasta el segundo piso.
Mientras subía escuchaba risa de niños que jugaban y eso lo asustaba porque lo sentía tan cerca de él.
Cuando llegó a la habitación no encontró nada. Estaba todo empolvado y aún estaban las manchas de sangre de su hermana.

-          ¿Dios, qué me está pasando? – se preguntó así mismo.
-          Lo mismo le pregunté. – susurró esa voz en su oído.


Volteó todo pálido y al no ver nada le entró mucho pánico. Retrocedía lentamente adentrándose cada vez a la habitación hasta que sintió apoyarse en el cuerpo de alguien.
Bajó la mirada y vio una sombra que estaba atrás de él.

-          Tu alma es mía Elías. – Una voz gruesa susurró.


Sin voltear, Elías intentó correr para salir de la habitación. Las risas de los niños se hacían más profunda en su mente.

Cuando llegó a las escaleras escuchó un grito de un niño como si estuviera siendo abusado. Ya estaba muy mareado. Pisó mal, se resbaló por las escaleras y quedó inconsciente en el primer piso. 

"Relatos del Monseñor" 



©
1ª Edición: Editada y corregida.
Autor: Gustavo Ballena Rázuri, Lambayeque, Perú.
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