Siendo la una de la madrugada,
cada vez la luna se iba ocultando. Elías se había quedado dormido
profundamente, pero él había preparado su propia alarma. La ventana de su
cuarto estaba abierta sujeta a un hilo muy delicado. Un viento fuerte lo haría
romper y caería de golpe la ventana, pero desgraciadamente aún no había viento.
Elías se movía de un lado para otro como si tuviera un sueño o pesadilla. Un
movimiento en falso hizo botar un vaso que lo terminó despertando. Elías abrió
los ojos y miró alrededor como si no entendiera lo que estaba pasando.
- ¿Qué hora serán? – se preguntó así mismo.
- ¡Rayos! Me hice tarde para mi misión. – Se gritó así mismo.
Elías se cambió de ropa y se puso
zapatillas. El estaba muy emocionado para su primera aventura que iba a tener.
Después de cambiarse, buscó un casco para ponérselo. Elías ya estaba todo
cambiado y listo para combatir con los animalitos que había mencionado su
padre.
Cerró lentamente su puerta para
no despertar a nadie. La casa estaba totalmente oscura, pero un par de velas a
los lejos dejaban guiar el camino a Elías. Caminó con mucha cautela para
dirigirse a la habitación de su papa. A estar 10 pasos de su habitación,
escuchó ruidos y voces fuera de su casa.
- ¿Qué son esos ruidos? – se lo dijo en su mente.
Bajó de forma silenciosa para
evitar que las escaleras chillaran. Mientras más se acercaba al comedor
escuchaba más claras las voces. “Ustedes por delante y nosotros iremos por
arriba”. Elías comenzó a escuchar unas especies de pasos por sus paredes, como
si estuvieran trepando. Cuando llegó al comedor, estaba a punto de asomarse a
la ventana, pero su padre lo agarró y le tapó la boca.
- No hagas ningún ruido hijo. – le susurró en la oreja de Elías.
- ¿Quiénes son padre? ¿Son los animales? – preguntó con miedo.
- Si hijo, pero tu misión es que te escondas. Anda a tu cuarto y no salgas de ahí.
Elías y su padre subieran
cautelosamente las escaleras para que no escucharan. Los extraños no dejaban de
alumbrar con unas linternas el interior de la casa. Cuando llegaron al segundo
piso el padre abrió lentamente la puerta del dormitorio. Al abrir se percató
que un extraño armado con armas estaba subiendo por la ventana de Elías. El
extraño se dio cuenta de la presencia de ambos y comenzó a disparar. Su padre
agarra a Elías para salir corriendo, dejando la puerta abierta. A causa de ese
disparo, todos los extraños del exterior se dieron cuenta del ruido que se
estaba provocando dentro de la casa, y por consecuencia comenzaron a disparar
todos. El padre de Elías lo sujeta fuerte y comienza a correr a su habitación.
Elías estaba callado por los inmensos ruidos que escuchaba de afuera y estaba
todo espantado. Al llegar a la habitación, se encontraban Luz y Victoria. Su
madre estaba llorando y Victoria la estaba consolando.
El padre se acercó a ellas y las
abrazó.
- Todo va a estar bien, se los prometí. – Dio confianza el padre a Luz y Victoria.
Luz llama a Elías para que
viniera ante sus brazos. Elías caminaba lento y aún asustado por todo lo que
escuchaba.
- ¿Y ahora qué hacemos? – preguntó Luz con desesperación.
Victoria trataba de calmar a su
madre.
- Lo que habíamos acordado mujer. La vida de nuestros hijos es lo primordial. – Afirmó el padre.
El padre de Elías y Victoria
comienza a mover aquella mesa donde había sentado a Elías. Tumba todas las
cosas y quita una alfombra situada en el piso del dormitorio. Cuando sacó la
alfombra se apreció una puerta secreta.
- Hijos, ustedes entrarán aquí. – Insistió el padre.
Victoria toda confusa se empeñó
en no entrar.
- Yo quiero quedarme con ustedes. – Dijo Victoria con los ojos sollozos.
Luz se acerca toda triste y
abraza a su hija.
- Tú tienes que cuidar a tu hermano. Para eso te hemos enseñado, porque eres una mujer muy fuerte.
Elías vuelve a la realidad y
habla insistentemente.
- Padre, pero si podemos derrotar a esos animalitos. Tú me enseñaste. – Gritó Elías.
El padre todo triste va hacia
Elías y lo abraza.
- Hijo, este no es tu pelea, es la de nosotros. Nuestra misión como padres es protegerlos ante todo peligro. – Susurró a Elías.
EL padre mira directamente a los
ojos y le habla.
- Tú vas a ser un hijo fuerte, pero hoy más importante es tu vida. Quizás esta sea la única vez que nos veamos. – Derramó lágrimas. – Victoria, tu entiendes mas esto que tu hermano. Protégelo y no dejes que nada le pase. – abrazó a Elías y a Victoria.
Victoria toda Herida y confundida
respondió lastimada.
- Los quiero papa y mama. Yo haré todo lo posible para que Elías sea el hombre fuerte.
Luz mira directamente a Victoria
y le da consejos.
- Hija, acuérdate que Elías aún es muy pequeño y como todo humano nosotros somos los responsables de sus frutos. Nosotros hemos creado a una hija con buenos frutos, pero a Elías te lo dejamos en una rama, aquella que dependerá si da frutos. – Lloró la madre.
- No te preocupes madre, haré lo correcto. – Abrazó a sus padres.
Elías aún no entendía las cosas,
pero desde que escuchó decir a su padre que ya no iban a volverlos ver comenzó
a sentirse solo. Elías lloraba en silencio mientras veía como sus padres
abrazaban a Victoria. Su padre mira a Elías y lo llama con un gesto. En ese
momento no resiste Elías y va a brazos de su familia sollozo. Elías grita entre
lágrimas.
- No quiero que se vayan, quédense con nosotros padre. – tartamudeó Elías.
Luz toda triste y depresiva
agarra el rostro de Elías y lo mira fijamente.
- Hijo, mi pequeña rama, aún puedes ser feliz. No quiero que nos recuerdes con estas caras de tristezas y agonía, sino con esa misma sonrisa que siempre te hemos dado. Nunca nos iremos de ti mi pequeño, solo viajaremos hacia tu corazón y sentirás nuestra presencia aunque no nos veas. – Luz no dejaba de llorar intensamente.
Elías entendió que sus padres
tenían que irse por la sencilla razón de protegerlos.
- Nos queda poco tiempo, deben entrar. – apresuró el padre mientras se secaba las lágrimas.
Victoria agarró a Elías para
entrar. Los hermanos no dejaban de mirar a sus padres como poco a poco se iban
a alejar de sus vidas. Elías entra en shock y quiere salir de la habitación
secreta. Victoria lo abraza fuerte para que sus padres cerraran la puerta.
- ¡PAPA! ¡MAMA! – gritaba Elías.
Luz no podía soportar el inmenso
dolor que iba a dejar a Elías. Ella toda desconsolada se acerca a su hijo y le
pone su dedo índice en su corazón. La madre se aleja para que cerrara la
puerta. El padre todo triste cerró y puso las cosas de nuevo en su respectivo
lugar.
Victoria intentaba calmar a Elías
hasta que se quedó dormido de tanto llorar. Deja descansando a Elías a un lado
y busca un interruptor para prender la luz de la habitación. Cuando lo
encuentra, se da cuenta que estaba llena de comidas, de una cocina y platos
para sobrevivir en esa habitación.
A unos 10 minutos Victoria
escucha que alguien tumba la puerta de la habitación de sus padres.
- Señores, los encontramos. – habló por un intercomunicador.
Tenía aspecto de soldado, pero
con traje oscuro. Llevaban mascarillas y era difícil de reconocer sus rostros.
La madre toda frustrada grita.
- ¡Déjennos en paz! - derramó lágrima y fue corriendo hacia el soldado.
El soldado se percató que Luz
venía corriendo hacia él. Agarró su arma y le disparó. El padre todo frustrado
gritó.
- ¡LUZ! – tartamudeó. - ¿Porqué le has hecho daño a mi mujer?
El padre no dejaba de preguntar
insistentemente pero el soldado no respondía a sus preguntas. Después de 5 min
entra un soldado idéntico a él, pero la diferencia era que él llevaba un una
mascarilla de otro color.
- Señor, a usted y a su mujer se le acusa por no entregar el terreno a las propiedades del gobierno. Se le insistió más de 4 meses, pero a su negatividad se me ha dado el trabajo de terminar con esta área sin dejar rastro de vida. Se le acusa de haber robado planos del gobierno para contra atacar contra las fuerzas armadas del gobierno. A su mujer se le acusa de sobornar a un soldado para que brindara información. Por orden judicial y del presidente, ustedes y su herencia son condenados a muerte fría. Por favor, póngase de rodillas para el fin de nuestro trabajo.
El padre todo molesto responde.
- Ustedes roban nuestras pertenencias y no se les acusa de nada. Al gobierno les gusta apoderarse de tierras ajenas y nos tratan como bichos rastreros.
La mujer toda herida se va hacia
su esposo y lo abraza fuertemente.
El general agarra a su mujer de
los cabellos y la hace poner de rodillas.
- Chicos, ejecuten la misión.
Apuntaron los soldados contra Luz
y se escuchó un solo disparo que iba directo a su cráneo. Elías se levantaba
exaltado por el disparo y siente la ausencia de su madre. Victoria se da cuenta
que Elías se levanta y le tapa la boca. Victoria sabía que le habían disparado
a su madre.
- ¡MUJER! - gritó el padre. – Te amo.
Luz con la mínima conciencia
respondió.
- Te a…
El padre se siente destruido al
ver a su mujer muerta.
- Algún día se hará justicia. – gritó el padre.
El general se acerca y lo mira
fijamente.
- Eso veremos. Terminen su labor aquí. Ejecútenlo.
Soldado acompañante responde.
- Entendido señor.
Lo ponen de rodillas y apuntan a
su cráneo. Elías y Victoria escuchan el asesinato de su padre. Ellos quedaron
paralizados al escuchar como su cuerpo caía sobre el piso. Elías no aguantó el
dolor que se desmayó. Victoria quedó abrazando a su hermano mientras sentía ese
dolor en su pecho por las muertes de sus padres. Ella solo esperaba que todo
esto terminara.
La pérdida de un familiar es
fuerte, pero ver perder a un familiar siendo una rama es duro. Somos como una
semilla. Damos nuestro primer tallo, luego crecemos y formamos nuestra primera
rama con el fin de dar un fruto. Elías, con los sucesos, su rama se quebraba.
Aún entre tristezas Victoria intentaba hacer reír a su hermano, pero al
parecer, no sonreía como lo hacía antes.
"Relatos del Monseñor"
©
1ª Edición: Editada y corregida.
Autor: Gustavo Ballena Rázuri, Lambayeque, Perú.
Todos los derechos reservados, prohibida su distribución no autorizada.
Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito al autor.
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