lunes, 29 de julio de 2013

El espíritu de rama: Injusticia - "Monseñor"


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CAPÍTULO 2:  Injusticia

Siendo la una de la madrugada, cada vez la luna se iba ocultando. Elías se había quedado dormido profundamente, pero él había preparado su propia alarma. La ventana de su cuarto estaba abierta sujeta a un hilo muy delicado. Un viento fuerte lo haría romper y caería de golpe la ventana, pero desgraciadamente aún no había viento. Elías se movía de un lado para otro como si tuviera un sueño o pesadilla. Un movimiento en falso hizo botar un vaso que lo terminó despertando. Elías abrió los ojos y miró alrededor como si no entendiera lo que estaba pasando.

  • ¿Qué hora serán? – se preguntó así mismo.
Tuvo cuidado al pisar porque había pedazos de vidrios rotos en su cuarto. Cuando se acercó a la ventana vio que ya no podía ver la luna.


  • ¡Rayos! Me hice tarde para mi misión. – Se gritó así mismo.

Elías se cambió de ropa y se puso zapatillas. El estaba muy emocionado para su primera aventura que iba a tener. Después de cambiarse, buscó un casco para ponérselo. Elías ya estaba todo cambiado y listo para combatir con los animalitos que había mencionado su padre.
Cerró lentamente su puerta para no despertar a nadie. La casa estaba totalmente oscura, pero un par de velas a los lejos dejaban guiar el camino a Elías. Caminó con mucha cautela para dirigirse a la habitación de su papa. A estar 10 pasos de su habitación, escuchó ruidos y voces fuera de su casa.
  • ¿Qué son esos ruidos? – se lo dijo en su mente.

Bajó de forma silenciosa para evitar que las escaleras chillaran. Mientras más se acercaba al comedor escuchaba más claras las voces. “Ustedes por delante y nosotros iremos por arriba”. Elías comenzó a escuchar unas especies de pasos por sus paredes, como si estuvieran trepando. Cuando llegó al comedor, estaba a punto de asomarse a la ventana, pero su padre lo agarró y le tapó la boca.
  • No hagas ningún ruido hijo. – le susurró en la oreja de Elías.
  • ¿Quiénes son padre? ¿Son los animales? – preguntó con miedo.
  • Si hijo, pero tu misión es que te escondas. Anda a tu cuarto y no salgas de ahí.

Elías y su padre subieran cautelosamente las escaleras para que no escucharan. Los extraños no dejaban de alumbrar con unas linternas el interior de la casa. Cuando llegaron al segundo piso el padre abrió lentamente la puerta del dormitorio. Al abrir se percató que un extraño armado con armas estaba subiendo por la ventana de Elías. El extraño se dio cuenta de la presencia de ambos y comenzó a disparar. Su padre agarra a Elías para salir corriendo, dejando la puerta abierta. A causa de ese disparo, todos los extraños del exterior se dieron cuenta del ruido que se estaba provocando dentro de la casa, y por consecuencia comenzaron a disparar todos. El padre de Elías lo sujeta fuerte y comienza a correr a su habitación. Elías estaba callado por los inmensos ruidos que escuchaba de afuera y estaba todo espantado. Al llegar a la habitación, se encontraban Luz y Victoria. Su madre estaba llorando y Victoria la estaba consolando.

El padre se acercó a ellas y las abrazó.
  • Todo va a estar bien, se los prometí. – Dio confianza el padre a Luz y Victoria.

Luz llama a Elías para que viniera ante sus brazos. Elías caminaba lento y aún asustado por todo lo que escuchaba.
  • ¿Y ahora qué hacemos? – preguntó Luz con desesperación.

Victoria trataba de calmar a su madre.
  • Lo que habíamos acordado mujer. La vida de nuestros hijos es lo primordial. – Afirmó el padre.

El padre de Elías y Victoria comienza a mover aquella mesa donde había sentado a Elías. Tumba todas las cosas y quita una alfombra situada en el piso del dormitorio. Cuando sacó la alfombra se apreció una puerta secreta.
  • Hijos, ustedes entrarán aquí. – Insistió el padre.

Victoria toda confusa se empeñó en no entrar.
  • Yo quiero quedarme con ustedes. – Dijo Victoria con los ojos sollozos.

Luz se acerca toda triste y abraza a su hija.
  • Tú tienes que cuidar a tu hermano. Para eso te hemos enseñado, porque eres una mujer muy fuerte.

Elías vuelve a la realidad y habla insistentemente.
  • Padre, pero si podemos derrotar a esos animalitos. Tú me enseñaste. – Gritó Elías.

El padre todo triste va hacia Elías y lo abraza.
  • Hijo, este no es tu pelea, es la de nosotros. Nuestra misión como padres es protegerlos ante todo peligro. – Susurró a Elías.

EL padre mira directamente a los ojos y le habla.
  • Tú vas a ser un hijo fuerte, pero hoy más importante es tu vida. Quizás esta sea la única vez que nos veamos. – Derramó lágrimas. – Victoria, tu entiendes mas esto que tu hermano. Protégelo y no dejes que nada le pase. – abrazó a Elías y a Victoria.

Victoria toda Herida y confundida respondió lastimada.
  • Los quiero papa y mama. Yo haré todo lo posible para que Elías sea el hombre fuerte.

Luz mira directamente a Victoria y le da consejos.
  • Hija, acuérdate que Elías aún es muy pequeño y como todo humano nosotros somos los responsables de sus frutos. Nosotros hemos creado a una hija con buenos frutos, pero a Elías te lo dejamos en una rama, aquella que dependerá si da frutos. – Lloró la madre.
  • No te preocupes madre, haré lo correcto. – Abrazó a sus padres.

Elías aún no entendía las cosas, pero desde que escuchó decir a su padre que ya no iban a volverlos ver comenzó a sentirse solo. Elías lloraba en silencio mientras veía como sus padres abrazaban a Victoria. Su padre mira a Elías y lo llama con un gesto. En ese momento no resiste Elías y va a brazos de su familia sollozo. Elías grita entre lágrimas.
  • No quiero que se vayan, quédense con nosotros padre. – tartamudeó Elías.

Luz toda triste y depresiva agarra el rostro de Elías y lo mira fijamente.
  • Hijo, mi pequeña rama, aún puedes ser feliz. No quiero que nos recuerdes con estas caras de tristezas y agonía, sino con esa misma sonrisa que siempre te hemos dado. Nunca nos iremos de ti mi pequeño, solo viajaremos hacia tu corazón y sentirás nuestra presencia aunque no nos veas. – Luz no dejaba de llorar intensamente.

Elías entendió que sus padres tenían que irse por la sencilla razón de protegerlos.
  • Nos queda poco tiempo, deben entrar. – apresuró el padre mientras se secaba las lágrimas.

Victoria agarró a Elías para entrar. Los hermanos no dejaban de mirar a sus padres como poco a poco se iban a alejar de sus vidas. Elías entra en shock y quiere salir de la habitación secreta. Victoria lo abraza fuerte para que sus padres  cerraran la puerta.
  • ¡PAPA! ¡MAMA! – gritaba Elías.

Luz no podía soportar el inmenso dolor que iba a dejar a Elías. Ella toda desconsolada se acerca a su hijo y le pone su dedo índice en su corazón. La madre se aleja para que cerrara la puerta. El padre todo triste cerró y puso las cosas de nuevo en su respectivo lugar.
Victoria intentaba calmar a Elías hasta que se quedó dormido de tanto llorar. Deja descansando a Elías a un lado y busca un interruptor para prender la luz de la habitación. Cuando lo encuentra, se da cuenta que estaba llena de comidas, de una cocina y platos para sobrevivir en esa habitación.
A unos 10 minutos Victoria escucha que alguien tumba la puerta de la habitación de sus padres.
  • Señores, los encontramos. – habló por un intercomunicador.

Tenía aspecto de soldado, pero con traje oscuro. Llevaban mascarillas y era difícil de reconocer sus rostros. La madre toda frustrada grita.
  • ¡Déjennos en paz! - derramó lágrima y fue corriendo hacia el soldado.

El soldado se percató que Luz venía corriendo hacia él. Agarró su arma y le disparó. El padre todo frustrado gritó.
  • ¡LUZ! – tartamudeó. - ¿Porqué le has hecho daño a mi mujer?

El padre no dejaba de preguntar insistentemente pero el soldado no respondía a sus preguntas. Después de 5 min entra un soldado idéntico a él, pero la diferencia era que él llevaba un una mascarilla de otro color.
  • Señor, a usted y a su mujer se le acusa por no entregar el terreno a las propiedades del gobierno. Se le insistió más de 4 meses, pero a su negatividad se me ha dado el trabajo de terminar con esta área sin dejar rastro de vida. Se le acusa de haber robado planos del gobierno para contra atacar contra las fuerzas armadas del gobierno. A su mujer se le acusa de sobornar a un soldado para que brindara información. Por orden judicial y del presidente, ustedes y su herencia son condenados a muerte fría. Por favor, póngase de rodillas para el fin de nuestro trabajo.

El padre todo molesto responde.
  • Ustedes roban nuestras pertenencias y no se les acusa de nada. Al gobierno les gusta apoderarse de tierras ajenas y nos tratan como bichos rastreros.

La mujer toda herida se va hacia su esposo y lo abraza fuertemente.
El general agarra a su mujer de los cabellos y la hace poner de rodillas.
  • Chicos, ejecuten la misión.

Apuntaron los soldados contra Luz y se escuchó un solo disparo que iba directo a su cráneo. Elías se levantaba exaltado por el disparo y siente la ausencia de su madre. Victoria se da cuenta que Elías se levanta y le tapa la boca. Victoria sabía que le habían disparado a su madre.
  • ¡MUJER!  - gritó el padre. – Te amo.

Luz con la mínima conciencia respondió.
  • Te a…

El padre se siente destruido al ver a su mujer muerta.
  •  Algún día se hará justicia. – gritó el padre.

El general se acerca y lo mira fijamente.
  •           Eso veremos. Terminen su labor aquí. Ejecútenlo.

Soldado acompañante responde.
  •           Entendido señor.

Lo ponen de rodillas y apuntan a su cráneo. Elías y Victoria escuchan el asesinato de su padre. Ellos quedaron paralizados al escuchar como su cuerpo caía sobre el piso. Elías no aguantó el dolor que se desmayó. Victoria quedó abrazando a su hermano mientras sentía ese dolor en su pecho por las muertes de sus padres. Ella solo esperaba que todo esto terminara.
La pérdida de un familiar es fuerte, pero ver perder a un familiar siendo una rama es duro. Somos como una semilla. Damos nuestro primer tallo, luego crecemos y formamos nuestra primera rama con el fin de dar un fruto. Elías, con los sucesos, su rama se quebraba. Aún entre tristezas Victoria intentaba hacer reír a su hermano, pero al parecer, no sonreía como lo hacía antes.



"Relatos del Monseñor" 



©
1ª Edición: Editada y corregida.
Autor: Gustavo Ballena Rázuri, Lambayeque, Perú.
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