se me dio por visitar a una amiga, tomé el bus para ir lento hasta mi destino y mientras subía al bus me tocó en el asiento de respaldar con el conductor, lo cual es el peor asiento, pero ya no me quedaba de otra, quería llegar ligeramente tarde.
Todos los asientos estaban llenos: los de dos asientos, estaban llenados por una pareja, un par de chicos con pinta de vagos, y una señora con sus dos hijas; los individuales estaban estudiantes de universidad, y en la parte de al fondo había un asiento libre y el resto estaban de señores con ternos y otros con ropa casual.
Ya pasando un buen viaje, y nadie había bajado, en plena avenida estaba una anciana, la cual ésta levantaba su aparentemente no débil brazo; el bus iba frenando hacia ella y la anciana dijo gritando: "¿Va por el mercado?"... El conductor le respondió: "Sí, madrecita". Entonces la anciana lentamente subió, y todos le sostuvieron el brazo para que no se llegara a caer, y le ponían unas cuántas manos en su cabeza para que no se llegue a golpear con el transverso de la puerta del bus, ya arriba la señora de tercera edad, el estudiante universitario tímidamente se paró y fue hasta el asiento de atrás ofreciéndole a la anciana tal asiento y la ancianita le sonríe agradeciéndole; los muchachos con caras de bellacos dijeron, mejor siéntese acá, señalando su propio asiento que era para dos personas pero la anciana ya no quiso molestar y dijo "Gracias jóvenes".
Yo seguía en el respaldar,
y no dejaba de ver a la ancianita yo, eran ya sus cabellos tan plateados y finos a la vez, no tan largos casi llegaban hasta sus hombros, con su piel ya tan arrugada y la mirada cansada, vestida de ropa de pura lana; ella estaba sola y entonces, amigo mío, observé los rostros de las demás personas y todos sonreían con una mirada nostálgica, aquella ancianita nos sacó una sonrisa con sentimiento así simplemente una sonrisa primero afable pero luego se sentía ya deprimida; y hasta yo estaba también con esa sonrisa; ¿Cómo pensar que aquella señora estaba sola?, nos partía el alma, y aún así ella estaba como ya acostumbrada, ¿Quién aguantaría estar así?, y pensar nosotros que nuestros padres estarán así algún día, olvidados mientras nosotros pasamos por lo nuestro y llegando al mismo camino, porque nos tocará lo mismo.
Cuando llegamos al mercado la señora gritaba "Bajan, bajan" y entonces todos le ayudamos a bajar y cuando nos sentamos en nuestros respectivos asientos, estábamos sonriendo y mirando a la ancianita ya andando por sus caminos, lo único que pude hacer yo solo fue darle una plegaria a mi Señor para que la cuide,
todos sonreían, y yo también a punto de soltar unas lágrimas.
Mr.dopp
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